El estimado compañero Kim Jong Un pronunció un discurso en su visita de
felicitación a la Universidad de Defensa Nacional Kim Jong Un .
Su texto completo sigue:
Compañeros:
La Universidad de Defensa Nacional que, fundada con la misión más sagrada y justa, ha venido honrando su nombre con las hazañas sin parangón para la patria y la revolución y los enorgullecedores logros académicos, celebra significativamente su aniversario 60.
Esta celebración de la otrora Escuela de Ciencias y Técnicas de Defensa Nacional, centro educacional que forma a talentos fieles y competentes que defienden con las armas al Partido y la revolución y el plantel supremo de su carácter en la República que sostiene fidedignamente la obra histórica de la prosperidad nacional y el fortalecimiento del ejército, proporciona una gran alegría a nuestro Partido y pueblo y es un acontecimiento de todo el país.
En nombre del Comité Central del Partido, nuestro Gobierno y todas las fuerzas armadas de la República, felicito calurosamente a todos los profesores, investigadores, funcionarios y estudiantes de la universidad que están presentes en este lugar con el infinito orgullo y dignidad de que construyen el futuro de la industria de defensa nacional, símbolo del poderío de Corea y su gloria de victorias sucesivas.
De igual forma, saludo cordialmente a los familiares de los educadores que no escatiman esfuerzos para respaldar a estos que contribuyen al peso y prestigio de este sagrado centro de enseñanza, así como a los padres de los estudiantes que de buena voluntad colocaron en la primera línea de defensa de la patria y la revolución a sus preciados hijos que formaron con todo amor.
Compañeros:
Si alguien nos preguntara cuál es el recurso estratégico más valioso para el partido y el pueblo revolucionarios, le responderíamos que es esta universidad, matriz de la formación de talentosos científicos y técnicos de defensa nacional.
Y si nos inquiriera cuál es el bien inestimable que asegura el futuro de la potencia, también le responderíamos que son los revolucionarios talentosos que se forman en este plantel.
Este ha formulado esta verdad de la historia con su trayectoria orgullosa y grandes méritos.
En este lugar de gran significación, me convenzo una vez más de que el día de su fundación hace sesenta años fue un instante realmente trascendental y decisivo para el triunfo de nuestra causa revolucionaria y el futuro de nuestro Estado.
No es absolutamente cierto que el plantel fue el fruto de una etapa decisiva en que a nivel planetario se recrudecía el enfrentamiento del socialismo y el imperialismo y de la revolución y la contrarrevolución y en que en distintos países, el carácter perentorio de la construcción de su propia defensa nacional se subrayaba no con palabras sino mediante sucesos impactantes y la realidad implacable.
Fue más bien un producto de la inconmovible voluntad del Partido del Trabajo de Corea de ser dueño de su propio destino y consecuente en la defensa de las conquistas de la revolución que alcanzó al precio de la sangre, la cristalización de su firme fe y decisión de forjar una gran fuerza y perpetuar, con la frente alta, su dignidad y prosperidad.
No sería difícil imaginar que esa fue una decisión en sumo grado inusual y audaz si tenemos en cuenta la estructura política mundial y la situación interna y externa en que nos hallábamos en aquel entonces.
Estoy seguro de que si nuestro LíderKim Il Sung hubiera podido seguir escribiendo sus reminiscencias, en
lugar de dejarlas inconclusas dolorosamente, habría rememorado también
el nacimiento de este centro docente.
Nacido sobre las cenizas nutriéndose del espíritu de sostenerse y fortalecerse con sus propios recursos, desde sus primeros días el centro ha asimilado el Juche como su espíritu y característica y, como base sólida de la materialización de la línea de autodefensa del Partido del Trabajo de Corea, le ha propiciado el inagotable potencial y pujanza a la defensa nacional a favor de su crecimiento.
La autoctonía y la modernidad son los dos atributos y torres gemelas de la autodefensa. Podemos preservarlas y fomentarlas solamente cuando contemos con nuestro propio centro de formación de talentosos científicos y técnicos de defensa nacional.
En efecto, fue en aquel momento en que nuestra industria de defensa nacional comenzó a aclarar el objetivo y el rumbo de desarrollo de una autóctona industria que fabrica armas, materiales y equipos técnicos de combate completamente a nuestro estilo y dar pasos agigantados para convertirse en una industria independiente, moderna y avanzada.
Ya en los años de 1970 nuestra industria de defensa nacional, que empezó literalmente desde el cero, sin ninguna base de la industria mecánica ni herencia de la industria armamentista, contó con toda una base de producción sustentada en ciencias y tecnologías modernas y respaldó la causa del Partido con el poder de la ciencia y la industria autóctonas. Estas páginas de la gran historia coinciden con la trayectoria del plantel.
Precisamente aquí un contingente de talentos que aprendieron el espíritu del Juche y las ciencias militares contemporáneas crecieron vigorosos, incrementaron satisfactoriamente la capacidad de defensa nacional al nivel que exigía la revolución en cada período y etapa de su desarrollo. Hoy también los talentos competentes formados en este centro constituyen la flor y nata de la industria al servicio de la revolución y escriben con el Partido la nueva historia de una fuerza desconocida por el mundo.
La potencia del armamento autóctono que nadie puede imitar en el planeta y esta gran fuerza que produce el violento temblor de la historia se deben enteramente a las ciencias autóctonas, síntesis del orgullo de Corea y la inteligencia de su pueblo, así como a nuestros laudables científicos del sector que los encarnan.
Han vertido las dos inagotables energías vitales, es decir, la autoctonía y la modernidad a la industria revolucionaria que se encarga del destino y el porvenir del Partido, el Estado y el pueblo y han colocado peldaños altos y sólidos para que el país pueda emerger como potencia mundial. He aquí el alcance histórico de la fundación de la universidad y la incomparable gloria de sus sesenta años.
En el mundo hay universidades que se enorgullecen de su larga historia y tradición de la enseñanza de las ciencias de defensa nacional y la formación de los talentos del sector, pero la nuestra es la única que se localiza en la capital de la revolución, que lleva en sus venas la lealtad incondicional al Comité Central del Partido y sus lineamientos y que durante seis décadas ha respaldado con firmeza la continuación de la causa revolucionaria sin alterar jamás su color ni detenerse.
No son muchos quienes conocen esa honrosa historia y tradición del plantel y los nombres y las proezas de incontables héroes formados en él. Pero sus huellas están grabadas en todos los rincones del territorio patrio y su espíritu de defensa arde de odio al enemigo en las potentes armas que le infunden pánico.
Aprovecho esta ocasión para valorar altamente la noble vida y las hazañas patrióticas de los profesores e investigadores del centro docente quienes, conscientes de su importante misión de clase para el Partido y la revolución, viven el tiempo de paz como el de guerra y siguen sin parar el camino de servicio a la patria y el pueblo. Igualmente, formulo los más sinceros votos por el futuro de los estudiantes que se preparan como reservas fidedignas capaces de consolidar el pedestal de la República.
Compañeros:
La Universidad de Defensa Nacional es el baluarte estratégico, origen del glorioso pasado y presente de la industria revolucionaria que sostiene con firmeza a la potencia prestigiosa e independiente, y artífice de la eterna victoria.
Ella no es jamás un plantel apacible sino un enconado campo de batalla.
Los enemigos con quienes ustedes se enfrentan son anticomunistas recalcitrantes que se mantendrán hostiles a nuestra República hasta el último momento de su exterminio y agresores imperialistas de facto que hacen alarde de sus avanzadísimas ciencias y tecnología militares e industria armamentista y de su historia de guerras que continúa siglo tras siglo.
El cabecilla y los acólitos de la agresión, que viven del anticomunismo y el conflicto, actúan con mayor frenesí a medida que perciben avecinársele el fin de su despreciable vida y proseguirán con la guerra hasta que se les agoten todas las fuerzas.
Un ejemplo de ello es la ceremonia del "Día de las Fuerzas Armadas de la República de Corea" del pasado primero de octubre, organizada por los gobernantes de la República de Corea, en la que estos pusieron al descubierto su mentalidad anormal leyendo sin parar textos perversos y superficiales.
Al conferirle un significado especial a la apertura de la "Comandancia Estratégica" que impulsaron como "tarea central de la política estatal", profirieron que "al fin y al cabo se han fusionado" su "capacidad de guerra convencional sofisticada y la ampliada capacidad de contención de Estados Unidos".
Desprovistos siquiera de un arma estratégica digna de mención, fabricaron la "Comandancia Estratégica", solo de nombre, pidiendo prestados los artefactos nucleares de su amo, y la ensalzaron como "unidad principal" y aporte al "reforzamiento a gran escala de las fuerzas de defensa nacional". Para colmo, luego de ensartar prolijamente la introducción en la República de Corea del submarino nuclear estratégico ultramoderno de Estados Unidos a más de cuarenta años y el aterrizaje de su bombardero estratégico por vez primera en la historia, reconocieron totalmente, con alabanzas a sí mismos, sus contribuciones para recrudecer la situación de la región de forma deliberada y planificada en contubernio con su amo.
Obsesionados con la inferioridad de su fuerza y a partir de su conciencia enfermiza de que nuestro Estado le causa estragos, elaboraron un "discurso conmemorativo" plagado de vanidades afectadas, que en resumidas cuentas expone su absurdo intento de mantener a todo trance el equilibrio de la fuerza con nosotros, apoyándose en la "Alianza República de Corea-EE.UU." que se fundamenta en las armas nucleares.
Se lo explico porque ustedes deberían saber correctamente quién es nuestro enemigo.
En el discurso conmemorativo Yoon Suk Yeol tomó la resuelta determinación de eructar disparates groseros e indecentes sobre el fin de nuestra República, lo cual prueba su ciega fe en la "fuerza" de su señor.
Como ustedes se habrán percatado a través del periódico y otros medios de comunicación, hace días aclaré mi criterio y actitud a ese respecto.
En lo que concierne a la seguridad del país y el pueblo, un político sagaz no se deja llevar por la temeridad y se esfuerza y medita más para manejar la situación, en vez de enfrentarse con el país poseedor de armas nucleares, porque esa es la mejor y más correcta opción y un proceder útil para la seguridad nacional.
Así obra el político experto, apto y hábil.
Entonces, ¿cuál fue la reacción de Seúl?
Un hombre habló de la aplastante respuesta militar en las narices de un Estado poseedor de armas nucleares. ¿Qué opinaría la gente en cuanto a ese espectáculo?
¿Lo elogiará catalogándolo como poseedor de un coraje inusitado? ¿Le atribuirá cualidades de ilustre general patriótico?
Aunque fuera un comandante invencible que se ha visto jamás en nuestra milenaria historia, no sería capaz de ingeniarse el secreto de superar la diferencia abismal entre las fuerzas nucleares y las convencionales.
Por todo ello, expuse mi criterio de que muchos pueden dudar que él es una persona en su sano juicio.
No obligarnos a usar las fuerzas armadas es una manera de vivir en paz para la República de Corea.
La fórmula es así simplísima.
Nada malo pasará si no nos hieren el orgullo inoportunamente ni hacen "alarde de su fuerza". Algo facilísimo, pero veo que en Seúl no hay una puñetera figura capaz de obrar así.
A decir verdad, no tenemos la menor intención de atacar a la República de Corea.
La sola idea de su existencia nos horroriza y no tenemos el menor deseo de tratar con los de ese país.
Antes hablábamos mucho de la liberación del sur y de la reunificación por medio de la fuerza, pero ahora nada de esto nos interesa y desde que declaramos que somos dos Estados, nuestra percepción de ese país se hace cada vez más remota.
Pero el problema es que nos provocan fuera de tiempo.
Debemos observar con agudeza la actual situación en los alrededores de nuestro Estado.
Los frenéticos alborotos de la guerra y actos provocativos del imperialismo estadounidense y sus títeres que, aferrados a su pretensión chocha de "frenar" las nuestras supuestas amenazas, han transmutado la "alianza República de Corea-Estados Unidos" en otra basada en armas nucleares y se afanan por incrementar sus fuerzas armadas, encierran un peligro que en cualquier momento puede acarrear el desequilibrio de las fuerzas en la Península Coreana.
Con su mentalidad ilógica y perversa, sostienen que su carrera armamentista y acciones militares tienen el carácter justo y defensivo mientras que las nuestras son amenazadoras y provocativas. Esta es una argumentación a todas luces contradictoria que esgrimen el imperialismo estadounidense y sus lacayos. En otras palabras, es una argumentación vandálica que se enfoca no en lo que se hace, sino en quién lo hace.
Nosotros no lo reconocemos y tal impertinencia de los enemigos jamás podrá minar nuestra superioridad.
El desequilibrio de las fuerzas estratégicas en la Península Coreana desemboca en la guerra.
Por tanto, nuestro argumento de que debemos poseer una fuerza física capaz de contener a toda hora al enemigo y controlar la situación, es a todas luces contundente e imparcial.
Seguiremos acelerando los pasos hacia la superpotencia militar y la potencia nuclear.
Ahora que la alianza militar de la República de Corea y los Estados Unidos se fundamenta enteramente en los artefactos nucleares, tal como pregonan los mismos títeres, la disposición de reacción nuclear de nuestro Estado debe alcanzar una altura sin límites.
De paso, quisiera referir que el pasado 4 de octubre el vocero del Secretario General de la ONU nos expresó su deseo de que "bajemos el grado de retórica".
No se sabe si hizo la misma solicitud a Seúl, pero en esta ocasión quisiera patentizar una vez más que mis pronunciamientos deben ser transmitidos correctamente a los que quieran escucharlos.
Cada vez que planteo nuestra posición sobre el uso de la fuerza militar, establezco, de forma obvia e invariable, la premisa de "por si acaso".
Bajo esta suposición, nuestra Constitución impartirá una orden rigurosa a nuestro ejército.
Si el enemigo intenta emplear la fuerza contra nuestro Estado, nuestras fuerzas armadas no vacilarán en movilizar todo su potencial de ataque, el cual no excluye el uso de armas nucleares.
Subrayo una vez más que en tales circunstancias sería absurdo abrigar alguna esperanza en seguir viviendo y la fortuna ni el "Dios protector" podrán defender a la República de Corea.
No estamos hablando de la intensidad del vocabulario que mentó la ONU sino de una advertencia de una acción indudablemente real.
Tenemos delante al país que posee más armas nucleares en el mundo y a sus acólitos muy siniestros que intentan manipularlas con él.
En esa situación nuestra opinión, opción y decisión no pueden cambiar nunca.
Los enemigos no deben actuar irreflexivamente.
Deberán estar bien conscientes de que si se equivocan y equiparan nuestra advertencia con las fanfarronerías frívolas a las que están acostumbrados, lo pagarán bien caro, acarreando consecuencias funestas.
La fuerza absoluta que poseemos en la actualidad cumple de hecho y con responsabilidad la misión de retener la guerra y defender la paz.
Nadie puede elegir el uso de la fuerza bélica y el enfrentamiento de las fuerzas militares contra la República Popular Democrática de Corea.
En la misma medida en que los enemigos hacen esfuerzos frenéticos para tener una fuerza superior con la "alianza nuclear" como arma y poner al revés la estructura estratégica, debemos dar saltos continuos en las ciencias y la industria de defensa nacional y reforzar de forma ilimitada la capacidad disuasiva de guerra con carácter autodefensivo.
Nuestro Partido y Gobierno de la República no tolerarán bajo ningún concepto el desequilibrio de las fuerzas en la Península Coreana.
Nos corresponde neutralizar las acciones militares de carácter aventurado y agresivo de los imperialistas con la superioridad absoluta de las autóctonas ciencias y tecnología de defensa nacional.
Nada puede con el arma autóctona que carga el poderío de la idea revolucionaria y el espíritu de lucha a vida o muerte. Con ella debemos levantar un mundo nuevo que no admite la guerra, la hegemonía y la injusticia.
Hasta que se cumplan esta misión importante y causa justa que nos han confiado la época y la historia, la Universidad de Defensa Nacional seguirá dedicando esfuerzos de gran responsabilidad y abnegación.
Su tarea fundamental consiste en formar a mayor número de pilares que consoliden y glorifiquen la posición de nuestra República, la superpotencia militar, y talentos competentes que asimilen la ideología y la teoría autóctonas acerca de las ciencias de defensa nacional, los ricos conocimientos especializados y la capacidad práctica. A este respecto, lo más fundamental es elevar decisivamente su nivel de la docencia.
Elevarlo es una exigencia apremiante del Partido y la revolución y la universidad debe ser vanguardia en materializar la orientación del Partido referente a la revolución educacional.
Le atañe trazar con acierto el programa de la docencia y reestructurar el conjunto de la enseñanza conforme a la esencia de la política de defensa nacional de nuestro Partido consistente en defender por cuenta propia el Estado y el pueblo, a las características de la educación de las ciencias y la tecnología de defensa y a la tendencia mundial de desarrollo de los armamentos, hacer más científico, utilitario, integral y moderno el contenido de la enseñanza, estudiar y aplicar activamente los métodos docentes avanzados, así como incrementar la fila de los talentos que orientarán fidedignamente el progreso ininterrumpido de la industria.
Al establecer firmemente el Juche en la enseñanza, desempeñará un papel decisivo en acabar con el dogmatismo, el esquematismo y la imitación que subsisten en el sector de defensa nacional y prestará una atención especial a intensificar la enseñanza de las ciencias básicas acorde a la peculiaridad del plantel.
Para que la universidad tenga un aspecto correspondiente a su posición y peso, antes que nada le incumbe consolidar cualitativamente la fila de profesores para que estos cultiven una gran inteligencia y aptitudes de educadores.
Con el criterio y la actitud firmes de que no pueden superarse al margen de la investigación científica, los profesores e investigadores deben participar activamente en el desarrollo de armamentos sofisticados, de gran demanda para consolidar la capacidad de defensa nacional y perfeccionar los preparativos de combate del Ejército Popular, y en la investigación para explorar nuevas ramas de las ciencias y la tecnología de defensa nacional, prepararse como talentos que adquieren como cualidades indispensables las ricas experiencias docentes y los conocimientos científico-técnicos avanzados, así como formar a otros talentos más excelentes.
El comité del Partido en la universidad debe establecer más firmemente el sistema de dirección única del Partido, el ambiente riguroso de observar la disciplina y los principios y las reglas morales y guardar el secreto, consolidar la base material, así como mejorar sin interrupción las condiciones de trabajo y vida de los profesores, investigadores y estudiantes a los que aprecia altamente nuestro Partido.
Es preciso que el Partido y el Estado ayuden y apoyen bien la labor de la universidad.
Los departamentos correspondientes del Comité Central del Partido prestarán profunda atención a la labor del plantel, reforzarán la dirección partidista sobre ella y resolverán con preferencia los problemas que se presentan en su gestión.
El Comité Central del Partido se propone cambiar por completo todo el aspecto y el ambiente docente de la universidad en un corto plazo, con el objetivo de convertirla en la de primera categoría mundial.
Es necesario proveerla de sofisticados equipos, instrumentos y medios informáticos, de modo que otras no se atrevan a compararla con ellas en el nivel de modernización.
…
La justeza y la superioridad de la política de defensa nacional de nuestro Partido y la de la educación a nuestro modo, las potencialidades científico-técnicas de nuestro Estado y su progreso espectacular han de representar el prestigio y la fama de la universidad, mientras que el honor de un genio científico rojo, que saca agua de la piedra si lo requiere la revolución, debe ser un atributo de los graduados del centro docente.
Universitarios que harán la revolución hasta el fin junto con el Partido:
Ustedes pasan sus valiosos días escolares en uniformes militares con el extraordinario sentido del deber y fervor patriótico. Conscientes de que en sus notas se reflejan su convicción de la revolución y lealtad a la patria, se enfrascarán en el aprendizaje y la investigación para prepararse como dignos trabajadores que se encargarán del futuro del sector de la ciencia y la industria autóctonas de defensa nacional.
Tomemos en todo momento la conciencia de que la denominación del estudiante de la Universidad de Defensa Nacional debe referirse necesariamente al joven estudiante coreano ejemplar que asume como su propia vida la lealtad a la patria y la revolución y que domina los últimos adelantos de su especialidad y la facultad innovadora.
El Comité Central del Partido se mantiene invariable en su decisión de acondicionar magníficamente la universidad como un palacio supremo donde se forman sin cesar los talentos revolucionarios e inventores de talla mundial, representantes del futuro de la ciencia e industria de defensa nacional, y como un centro prestigioso y renombrado de investigación de ciencias de defensa nacional, así como garantizar el eterno bienestar y prosperidad de la patria.
Convencido de que todos los profesores, investigadores, estudiantes y graduados de la universidad, conscientes de la esperanza del Partido, la patria y el pueblo, preservarán la supremacía de la industria revolucionaria con el sublime espíritu revolucionario, los éxitos en el progreso educacional, las altas calificaciones y los logros sustanciales y poderosos, les extiendo otra vez mis calurosas congratulaciones y sincero tributo con motivo de la fiesta de los combatientes revolucionarios y auténticos patriotas leales a nuestro Partido.
Su texto completo sigue:
Compañeros:
La Universidad de Defensa Nacional que, fundada con la misión más sagrada y justa, ha venido honrando su nombre con las hazañas sin parangón para la patria y la revolución y los enorgullecedores logros académicos, celebra significativamente su aniversario 60.
Esta celebración de la otrora Escuela de Ciencias y Técnicas de Defensa Nacional, centro educacional que forma a talentos fieles y competentes que defienden con las armas al Partido y la revolución y el plantel supremo de su carácter en la República que sostiene fidedignamente la obra histórica de la prosperidad nacional y el fortalecimiento del ejército, proporciona una gran alegría a nuestro Partido y pueblo y es un acontecimiento de todo el país.
En nombre del Comité Central del Partido, nuestro Gobierno y todas las fuerzas armadas de la República, felicito calurosamente a todos los profesores, investigadores, funcionarios y estudiantes de la universidad que están presentes en este lugar con el infinito orgullo y dignidad de que construyen el futuro de la industria de defensa nacional, símbolo del poderío de Corea y su gloria de victorias sucesivas.
De igual forma, saludo cordialmente a los familiares de los educadores que no escatiman esfuerzos para respaldar a estos que contribuyen al peso y prestigio de este sagrado centro de enseñanza, así como a los padres de los estudiantes que de buena voluntad colocaron en la primera línea de defensa de la patria y la revolución a sus preciados hijos que formaron con todo amor.
Compañeros:
Si alguien nos preguntara cuál es el recurso estratégico más valioso para el partido y el pueblo revolucionarios, le responderíamos que es esta universidad, matriz de la formación de talentosos científicos y técnicos de defensa nacional.
Y si nos inquiriera cuál es el bien inestimable que asegura el futuro de la potencia, también le responderíamos que son los revolucionarios talentosos que se forman en este plantel.
Este ha formulado esta verdad de la historia con su trayectoria orgullosa y grandes méritos.
En este lugar de gran significación, me convenzo una vez más de que el día de su fundación hace sesenta años fue un instante realmente trascendental y decisivo para el triunfo de nuestra causa revolucionaria y el futuro de nuestro Estado.
No es absolutamente cierto que el plantel fue el fruto de una etapa decisiva en que a nivel planetario se recrudecía el enfrentamiento del socialismo y el imperialismo y de la revolución y la contrarrevolución y en que en distintos países, el carácter perentorio de la construcción de su propia defensa nacional se subrayaba no con palabras sino mediante sucesos impactantes y la realidad implacable.
Fue más bien un producto de la inconmovible voluntad del Partido del Trabajo de Corea de ser dueño de su propio destino y consecuente en la defensa de las conquistas de la revolución que alcanzó al precio de la sangre, la cristalización de su firme fe y decisión de forjar una gran fuerza y perpetuar, con la frente alta, su dignidad y prosperidad.
No sería difícil imaginar que esa fue una decisión en sumo grado inusual y audaz si tenemos en cuenta la estructura política mundial y la situación interna y externa en que nos hallábamos en aquel entonces.
Estoy seguro de que si nuestro Líder
Nacido sobre las cenizas nutriéndose del espíritu de sostenerse y fortalecerse con sus propios recursos, desde sus primeros días el centro ha asimilado el Juche como su espíritu y característica y, como base sólida de la materialización de la línea de autodefensa del Partido del Trabajo de Corea, le ha propiciado el inagotable potencial y pujanza a la defensa nacional a favor de su crecimiento.
La autoctonía y la modernidad son los dos atributos y torres gemelas de la autodefensa. Podemos preservarlas y fomentarlas solamente cuando contemos con nuestro propio centro de formación de talentosos científicos y técnicos de defensa nacional.
En efecto, fue en aquel momento en que nuestra industria de defensa nacional comenzó a aclarar el objetivo y el rumbo de desarrollo de una autóctona industria que fabrica armas, materiales y equipos técnicos de combate completamente a nuestro estilo y dar pasos agigantados para convertirse en una industria independiente, moderna y avanzada.
Ya en los años de 1970 nuestra industria de defensa nacional, que empezó literalmente desde el cero, sin ninguna base de la industria mecánica ni herencia de la industria armamentista, contó con toda una base de producción sustentada en ciencias y tecnologías modernas y respaldó la causa del Partido con el poder de la ciencia y la industria autóctonas. Estas páginas de la gran historia coinciden con la trayectoria del plantel.
Precisamente aquí un contingente de talentos que aprendieron el espíritu del Juche y las ciencias militares contemporáneas crecieron vigorosos, incrementaron satisfactoriamente la capacidad de defensa nacional al nivel que exigía la revolución en cada período y etapa de su desarrollo. Hoy también los talentos competentes formados en este centro constituyen la flor y nata de la industria al servicio de la revolución y escriben con el Partido la nueva historia de una fuerza desconocida por el mundo.
La potencia del armamento autóctono que nadie puede imitar en el planeta y esta gran fuerza que produce el violento temblor de la historia se deben enteramente a las ciencias autóctonas, síntesis del orgullo de Corea y la inteligencia de su pueblo, así como a nuestros laudables científicos del sector que los encarnan.
Han vertido las dos inagotables energías vitales, es decir, la autoctonía y la modernidad a la industria revolucionaria que se encarga del destino y el porvenir del Partido, el Estado y el pueblo y han colocado peldaños altos y sólidos para que el país pueda emerger como potencia mundial. He aquí el alcance histórico de la fundación de la universidad y la incomparable gloria de sus sesenta años.
En el mundo hay universidades que se enorgullecen de su larga historia y tradición de la enseñanza de las ciencias de defensa nacional y la formación de los talentos del sector, pero la nuestra es la única que se localiza en la capital de la revolución, que lleva en sus venas la lealtad incondicional al Comité Central del Partido y sus lineamientos y que durante seis décadas ha respaldado con firmeza la continuación de la causa revolucionaria sin alterar jamás su color ni detenerse.
No son muchos quienes conocen esa honrosa historia y tradición del plantel y los nombres y las proezas de incontables héroes formados en él. Pero sus huellas están grabadas en todos los rincones del territorio patrio y su espíritu de defensa arde de odio al enemigo en las potentes armas que le infunden pánico.
Aprovecho esta ocasión para valorar altamente la noble vida y las hazañas patrióticas de los profesores e investigadores del centro docente quienes, conscientes de su importante misión de clase para el Partido y la revolución, viven el tiempo de paz como el de guerra y siguen sin parar el camino de servicio a la patria y el pueblo. Igualmente, formulo los más sinceros votos por el futuro de los estudiantes que se preparan como reservas fidedignas capaces de consolidar el pedestal de la República.
Compañeros:
La Universidad de Defensa Nacional es el baluarte estratégico, origen del glorioso pasado y presente de la industria revolucionaria que sostiene con firmeza a la potencia prestigiosa e independiente, y artífice de la eterna victoria.
Ella no es jamás un plantel apacible sino un enconado campo de batalla.
Los enemigos con quienes ustedes se enfrentan son anticomunistas recalcitrantes que se mantendrán hostiles a nuestra República hasta el último momento de su exterminio y agresores imperialistas de facto que hacen alarde de sus avanzadísimas ciencias y tecnología militares e industria armamentista y de su historia de guerras que continúa siglo tras siglo.
El cabecilla y los acólitos de la agresión, que viven del anticomunismo y el conflicto, actúan con mayor frenesí a medida que perciben avecinársele el fin de su despreciable vida y proseguirán con la guerra hasta que se les agoten todas las fuerzas.
Un ejemplo de ello es la ceremonia del "Día de las Fuerzas Armadas de la República de Corea" del pasado primero de octubre, organizada por los gobernantes de la República de Corea, en la que estos pusieron al descubierto su mentalidad anormal leyendo sin parar textos perversos y superficiales.
Al conferirle un significado especial a la apertura de la "Comandancia Estratégica" que impulsaron como "tarea central de la política estatal", profirieron que "al fin y al cabo se han fusionado" su "capacidad de guerra convencional sofisticada y la ampliada capacidad de contención de Estados Unidos".
Desprovistos siquiera de un arma estratégica digna de mención, fabricaron la "Comandancia Estratégica", solo de nombre, pidiendo prestados los artefactos nucleares de su amo, y la ensalzaron como "unidad principal" y aporte al "reforzamiento a gran escala de las fuerzas de defensa nacional". Para colmo, luego de ensartar prolijamente la introducción en la República de Corea del submarino nuclear estratégico ultramoderno de Estados Unidos a más de cuarenta años y el aterrizaje de su bombardero estratégico por vez primera en la historia, reconocieron totalmente, con alabanzas a sí mismos, sus contribuciones para recrudecer la situación de la región de forma deliberada y planificada en contubernio con su amo.
Obsesionados con la inferioridad de su fuerza y a partir de su conciencia enfermiza de que nuestro Estado le causa estragos, elaboraron un "discurso conmemorativo" plagado de vanidades afectadas, que en resumidas cuentas expone su absurdo intento de mantener a todo trance el equilibrio de la fuerza con nosotros, apoyándose en la "Alianza República de Corea-EE.UU." que se fundamenta en las armas nucleares.
Se lo explico porque ustedes deberían saber correctamente quién es nuestro enemigo.
En el discurso conmemorativo Yoon Suk Yeol tomó la resuelta determinación de eructar disparates groseros e indecentes sobre el fin de nuestra República, lo cual prueba su ciega fe en la "fuerza" de su señor.
Como ustedes se habrán percatado a través del periódico y otros medios de comunicación, hace días aclaré mi criterio y actitud a ese respecto.
En lo que concierne a la seguridad del país y el pueblo, un político sagaz no se deja llevar por la temeridad y se esfuerza y medita más para manejar la situación, en vez de enfrentarse con el país poseedor de armas nucleares, porque esa es la mejor y más correcta opción y un proceder útil para la seguridad nacional.
Así obra el político experto, apto y hábil.
Entonces, ¿cuál fue la reacción de Seúl?
Un hombre habló de la aplastante respuesta militar en las narices de un Estado poseedor de armas nucleares. ¿Qué opinaría la gente en cuanto a ese espectáculo?
¿Lo elogiará catalogándolo como poseedor de un coraje inusitado? ¿Le atribuirá cualidades de ilustre general patriótico?
Aunque fuera un comandante invencible que se ha visto jamás en nuestra milenaria historia, no sería capaz de ingeniarse el secreto de superar la diferencia abismal entre las fuerzas nucleares y las convencionales.
Por todo ello, expuse mi criterio de que muchos pueden dudar que él es una persona en su sano juicio.
No obligarnos a usar las fuerzas armadas es una manera de vivir en paz para la República de Corea.
La fórmula es así simplísima.
Nada malo pasará si no nos hieren el orgullo inoportunamente ni hacen "alarde de su fuerza". Algo facilísimo, pero veo que en Seúl no hay una puñetera figura capaz de obrar así.
A decir verdad, no tenemos la menor intención de atacar a la República de Corea.
La sola idea de su existencia nos horroriza y no tenemos el menor deseo de tratar con los de ese país.
Antes hablábamos mucho de la liberación del sur y de la reunificación por medio de la fuerza, pero ahora nada de esto nos interesa y desde que declaramos que somos dos Estados, nuestra percepción de ese país se hace cada vez más remota.
Pero el problema es que nos provocan fuera de tiempo.
Debemos observar con agudeza la actual situación en los alrededores de nuestro Estado.
Los frenéticos alborotos de la guerra y actos provocativos del imperialismo estadounidense y sus títeres que, aferrados a su pretensión chocha de "frenar" las nuestras supuestas amenazas, han transmutado la "alianza República de Corea-Estados Unidos" en otra basada en armas nucleares y se afanan por incrementar sus fuerzas armadas, encierran un peligro que en cualquier momento puede acarrear el desequilibrio de las fuerzas en la Península Coreana.
Con su mentalidad ilógica y perversa, sostienen que su carrera armamentista y acciones militares tienen el carácter justo y defensivo mientras que las nuestras son amenazadoras y provocativas. Esta es una argumentación a todas luces contradictoria que esgrimen el imperialismo estadounidense y sus lacayos. En otras palabras, es una argumentación vandálica que se enfoca no en lo que se hace, sino en quién lo hace.
Nosotros no lo reconocemos y tal impertinencia de los enemigos jamás podrá minar nuestra superioridad.
El desequilibrio de las fuerzas estratégicas en la Península Coreana desemboca en la guerra.
Por tanto, nuestro argumento de que debemos poseer una fuerza física capaz de contener a toda hora al enemigo y controlar la situación, es a todas luces contundente e imparcial.
Seguiremos acelerando los pasos hacia la superpotencia militar y la potencia nuclear.
Ahora que la alianza militar de la República de Corea y los Estados Unidos se fundamenta enteramente en los artefactos nucleares, tal como pregonan los mismos títeres, la disposición de reacción nuclear de nuestro Estado debe alcanzar una altura sin límites.
De paso, quisiera referir que el pasado 4 de octubre el vocero del Secretario General de la ONU nos expresó su deseo de que "bajemos el grado de retórica".
No se sabe si hizo la misma solicitud a Seúl, pero en esta ocasión quisiera patentizar una vez más que mis pronunciamientos deben ser transmitidos correctamente a los que quieran escucharlos.
Cada vez que planteo nuestra posición sobre el uso de la fuerza militar, establezco, de forma obvia e invariable, la premisa de "por si acaso".
Bajo esta suposición, nuestra Constitución impartirá una orden rigurosa a nuestro ejército.
Si el enemigo intenta emplear la fuerza contra nuestro Estado, nuestras fuerzas armadas no vacilarán en movilizar todo su potencial de ataque, el cual no excluye el uso de armas nucleares.
Subrayo una vez más que en tales circunstancias sería absurdo abrigar alguna esperanza en seguir viviendo y la fortuna ni el "Dios protector" podrán defender a la República de Corea.
No estamos hablando de la intensidad del vocabulario que mentó la ONU sino de una advertencia de una acción indudablemente real.
Tenemos delante al país que posee más armas nucleares en el mundo y a sus acólitos muy siniestros que intentan manipularlas con él.
En esa situación nuestra opinión, opción y decisión no pueden cambiar nunca.
Los enemigos no deben actuar irreflexivamente.
Deberán estar bien conscientes de que si se equivocan y equiparan nuestra advertencia con las fanfarronerías frívolas a las que están acostumbrados, lo pagarán bien caro, acarreando consecuencias funestas.
La fuerza absoluta que poseemos en la actualidad cumple de hecho y con responsabilidad la misión de retener la guerra y defender la paz.
Nadie puede elegir el uso de la fuerza bélica y el enfrentamiento de las fuerzas militares contra la República Popular Democrática de Corea.
En la misma medida en que los enemigos hacen esfuerzos frenéticos para tener una fuerza superior con la "alianza nuclear" como arma y poner al revés la estructura estratégica, debemos dar saltos continuos en las ciencias y la industria de defensa nacional y reforzar de forma ilimitada la capacidad disuasiva de guerra con carácter autodefensivo.
Nuestro Partido y Gobierno de la República no tolerarán bajo ningún concepto el desequilibrio de las fuerzas en la Península Coreana.
Nos corresponde neutralizar las acciones militares de carácter aventurado y agresivo de los imperialistas con la superioridad absoluta de las autóctonas ciencias y tecnología de defensa nacional.
Nada puede con el arma autóctona que carga el poderío de la idea revolucionaria y el espíritu de lucha a vida o muerte. Con ella debemos levantar un mundo nuevo que no admite la guerra, la hegemonía y la injusticia.
Hasta que se cumplan esta misión importante y causa justa que nos han confiado la época y la historia, la Universidad de Defensa Nacional seguirá dedicando esfuerzos de gran responsabilidad y abnegación.
Su tarea fundamental consiste en formar a mayor número de pilares que consoliden y glorifiquen la posición de nuestra República, la superpotencia militar, y talentos competentes que asimilen la ideología y la teoría autóctonas acerca de las ciencias de defensa nacional, los ricos conocimientos especializados y la capacidad práctica. A este respecto, lo más fundamental es elevar decisivamente su nivel de la docencia.
Elevarlo es una exigencia apremiante del Partido y la revolución y la universidad debe ser vanguardia en materializar la orientación del Partido referente a la revolución educacional.
Le atañe trazar con acierto el programa de la docencia y reestructurar el conjunto de la enseñanza conforme a la esencia de la política de defensa nacional de nuestro Partido consistente en defender por cuenta propia el Estado y el pueblo, a las características de la educación de las ciencias y la tecnología de defensa y a la tendencia mundial de desarrollo de los armamentos, hacer más científico, utilitario, integral y moderno el contenido de la enseñanza, estudiar y aplicar activamente los métodos docentes avanzados, así como incrementar la fila de los talentos que orientarán fidedignamente el progreso ininterrumpido de la industria.
Al establecer firmemente el Juche en la enseñanza, desempeñará un papel decisivo en acabar con el dogmatismo, el esquematismo y la imitación que subsisten en el sector de defensa nacional y prestará una atención especial a intensificar la enseñanza de las ciencias básicas acorde a la peculiaridad del plantel.
Para que la universidad tenga un aspecto correspondiente a su posición y peso, antes que nada le incumbe consolidar cualitativamente la fila de profesores para que estos cultiven una gran inteligencia y aptitudes de educadores.
Con el criterio y la actitud firmes de que no pueden superarse al margen de la investigación científica, los profesores e investigadores deben participar activamente en el desarrollo de armamentos sofisticados, de gran demanda para consolidar la capacidad de defensa nacional y perfeccionar los preparativos de combate del Ejército Popular, y en la investigación para explorar nuevas ramas de las ciencias y la tecnología de defensa nacional, prepararse como talentos que adquieren como cualidades indispensables las ricas experiencias docentes y los conocimientos científico-técnicos avanzados, así como formar a otros talentos más excelentes.
El comité del Partido en la universidad debe establecer más firmemente el sistema de dirección única del Partido, el ambiente riguroso de observar la disciplina y los principios y las reglas morales y guardar el secreto, consolidar la base material, así como mejorar sin interrupción las condiciones de trabajo y vida de los profesores, investigadores y estudiantes a los que aprecia altamente nuestro Partido.
Es preciso que el Partido y el Estado ayuden y apoyen bien la labor de la universidad.
Los departamentos correspondientes del Comité Central del Partido prestarán profunda atención a la labor del plantel, reforzarán la dirección partidista sobre ella y resolverán con preferencia los problemas que se presentan en su gestión.
El Comité Central del Partido se propone cambiar por completo todo el aspecto y el ambiente docente de la universidad en un corto plazo, con el objetivo de convertirla en la de primera categoría mundial.
Es necesario proveerla de sofisticados equipos, instrumentos y medios informáticos, de modo que otras no se atrevan a compararla con ellas en el nivel de modernización.
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La justeza y la superioridad de la política de defensa nacional de nuestro Partido y la de la educación a nuestro modo, las potencialidades científico-técnicas de nuestro Estado y su progreso espectacular han de representar el prestigio y la fama de la universidad, mientras que el honor de un genio científico rojo, que saca agua de la piedra si lo requiere la revolución, debe ser un atributo de los graduados del centro docente.
Universitarios que harán la revolución hasta el fin junto con el Partido:
Ustedes pasan sus valiosos días escolares en uniformes militares con el extraordinario sentido del deber y fervor patriótico. Conscientes de que en sus notas se reflejan su convicción de la revolución y lealtad a la patria, se enfrascarán en el aprendizaje y la investigación para prepararse como dignos trabajadores que se encargarán del futuro del sector de la ciencia y la industria autóctonas de defensa nacional.
Tomemos en todo momento la conciencia de que la denominación del estudiante de la Universidad de Defensa Nacional debe referirse necesariamente al joven estudiante coreano ejemplar que asume como su propia vida la lealtad a la patria y la revolución y que domina los últimos adelantos de su especialidad y la facultad innovadora.
El Comité Central del Partido se mantiene invariable en su decisión de acondicionar magníficamente la universidad como un palacio supremo donde se forman sin cesar los talentos revolucionarios e inventores de talla mundial, representantes del futuro de la ciencia e industria de defensa nacional, y como un centro prestigioso y renombrado de investigación de ciencias de defensa nacional, así como garantizar el eterno bienestar y prosperidad de la patria.
Convencido de que todos los profesores, investigadores, estudiantes y graduados de la universidad, conscientes de la esperanza del Partido, la patria y el pueblo, preservarán la supremacía de la industria revolucionaria con el sublime espíritu revolucionario, los éxitos en el progreso educacional, las altas calificaciones y los logros sustanciales y poderosos, les extiendo otra vez mis calurosas congratulaciones y sincero tributo con motivo de la fiesta de los combatientes revolucionarios y auténticos patriotas leales a nuestro Partido.